¿Cuántas veces nos hemos hecho esta pregunta? ¿Cuántas veces te has enfadado por una trastada mientras a él parece importarle un pito? ¿Cuántas otras te has enternecido porque crees que te obedece?
Desde siempre se ha especulado sobre si los gatos tienen algún tipo de razonamiento o se mueven por puro instinto. Darwin ya hablaba de una inteligencia primitiva mientras otros relacionaban sus comportamientos con reacciones viscerales, haciendo de sus decisiones meras pautas previsibles.
Se cree erróneamente que los perros tienen más capacidad de aprender que los gatos aunque esto no es cierto. Los perros tienen más capacidad de ser entrenados debido a su naturaleza colectiva, de jauría, de complacer al líder, de cooperar con la manada. Los gatos han de sopesar las situaciones individualmente y ver si una acción le reporta algún tipo de beneficio a él o su colonia. Si a un perro se le llama, irá corriendo porque se siente recompensado haciendo feliz a su familia. Un gato pensará primero “¿para qué?”.
Ambas especies han sido siempre comparadas pero su forma de entender y aprender es muy diferente. Los gatos se sienten cómodos en su territorio debido al instinto de marcaje de los lugares que consideran seguros, algo que los perros han ido perdiendo a medida que se integraban con el hombre.
La capacidad de interpretar la realidad de un gato se basa fundamentalmente en el entorno que le rodea y la experiencia de sus vivencias hasta ese momento. Tomará decisiones según crea que sean buenas para él o su grupo. Si bufan a un gato extraño le advierten de que esa es su familia y su territorio y que por nada del mundo van a ponerlos en peligro. Si beben de un charco harán ondas con la pata para ver si es profundo o hay riesgo de que se pueda ahogar. Cada situación, una solución.