Adoptados
Hana
Toni
Mina
Calle, la gatita triste
Manchas
Manchas no era su nombre anteriormente. Los niños que la veían cuando entrenaban la llamaban Lynze, como su equipo de fútbol. Los del bar también tenían otros nombres. Llevaba bastante tiempo deambulando por el polideportivo de Parla, comiendo de la basura, agradeciendo cuando le daban algo que comer, siguiendo a cada humano que veía, rogándole un poco de cariño. Estaba acostumbrada a una casa, no a vivir en la calle. No sabemos mucho de su vida. Un día apareció y se quedó allí porque no tenía un mejor sitio donde ir. Eran amables con ella y de vez en cuando tenía la posibilidad de echarse algo a la boca.
Alma
¿Qué estarías dispuesto a hacer por tu gato? Muchos que hayáis escogido a este bello animal para compartir vuestras vidas seguro que lo consideráis miembro de vuestra familia. Si le preguntaramos lo mismo a los antiguos dueños de Alma seguro que dirían “¿hacer? ¡si no es más que un gato!”. Alma era una gatita casera. Una de las cosas que no tuvo, a parte de suficiente amor, fue una castración “¿gastar dinero?¿en un gato?”. Por eso llegó un buen día a casa embarazada y sin saber muy bien por qué. Sus humanos pusieron el grito en el cielo “¡buff, y
ahora encima esto! Mejor nos deshacemos de ella.
Socky
Dicen que son los gatos quienes eligen a las personas y no al contrario. Pues en el caso de Socky la historia no puede ser más real.
Triana
¿Cuánto tiempo llevaría llorando la pobre? Eso se preguntó con preocupación mirando por la ventana de su oficina. Desde que empezó a trabajar en el Ayuntamiento todas las mañanas veía una preciosa gata callejera tomando el sol en el jardín. Algún gato más de la colonia instalada en el barrio pasaba de vez en cuando, pero la chica se fijaba siempre en ella, tan bonita, tan feliz, tan libre.
Una mañana escuchó unos ruidos extraños entre los arbustos. Sin duda eran ruidos felinos. Como le quedaban unos Leer más
Blacky
Algo tan rutinario como un paseo por la calle puede cambiar la vida de un gato, y la tuya. Eso pasó cuando una voluntaria encontró una tarde a un gatito negro en la copa de un árbol a cinco metros de altura. Los maullidos la alertaron. “Lleva dos días allí maullando” increpó una vecina con total indiferencia. Dos días sin comer ni beber. Famélico, deshidratado. Muy asustado.