Algo tan rutinario como un paseo por la calle puede cambiar la vida de un gato, y la tuya. Eso pasó cuando una voluntaria encontró una tarde a un gatito negro en la copa de un árbol a cinco metros de altura. Los maullidos la alertaron. “Lleva dos días allí maullando” increpó una vecina con total indiferencia. Dos días sin comer ni beber. Famélico, deshidratado. Muy asustado.