Amparito

“¡Os la lleváis ahora mismo o a las tres le retorcemos el pescuezo!” Eso es lo que nos dijeron, ese fue el chantaje. O venís o la matamos. Ya sabíamos quiénes eran porque habíamos escuchado rumores de que en esa finca no se castraban gatos, sino que se ahogaban, o se les fracturaba el cuello. Ese era su método de control felino. Ahora lo querían hacer con Amparo, preñadísima, preparándose ya para el parto. ¿Qué no habría visto esta gatita durante su triste vida?

Cuando llegamos tuvimos que hacernos con sangre fría. Nuestro interés era coger a esa gata, nada más. No teníamos tiempo que perder. Amparo, se restregaba por las piernas de sus dueños pidiendo un poco de cariño. Iba a ser mamá y estaba sensiblona. “¡Quita bicho!”, le dijeron intentando zafarla de su pierna. Amparo nunca había tenido ni siquiera nombre. Se lo pusimos sobre la marcha. No teníamos mucho tiempo para discusiones en ese momento. La metimos en un transportín y volamos literalmente hacia el veterinario.

Durante el viaje Amparo maullaba frenética. Ya tenía contracciones y quería salir de su jaula para buscar un sitio tranquilo donde parir. Pero la finca y el veterinario estaban bastante lejos, a horas en coche. El estrés del viaje en coche, la jaula, el miedo por lo desconocido. Todos estos factores hacían que tuviéramos aún menos tiempo y que las contracciones aumentaran. Nada más llegar y explicar la situación la pasaron a una de las estancias de la clínica y el parto empezó. El veterinario se enamoró de Amparo nada más verla. “Si os parece bien me la quedo”. ¡Nos pareció estupendo! Era un candidato perfecto para Amparo.
Han sido cinco horas de parto, seis pequeños, una gatita exhausta de las emociones vividas ese día. Uno de los gatitos vino de nalgas y necesitó ayuda adicional para salir, el tercero, el que más se retrasó. Los demás salieron temblando, aún cieguitos, buscando el amor de su mamá y alimento. Amparo no había visto nunca tanto humano pendiente de ella. No sólo estaba los miembros de la asociación sino los veterinarios y alguna que otra persona que había llevado a su peludo a revisión. Todos querían arropar a Amparo. Curiosamente ella se sentía feliz a pesar de los dolores, estaba encantada con las caricias y permitía que manipuláramos a sus bebés para ver si estaban bien. Agradecía la comida, el agua, el cariño. Su adoptante se quedará con los seis peques mientras dure el periodo de lactancia, antes de ponerlos en adopción.

Amparo nos miró y suspiró mientras entrecerraba los ojitos. Estaba en lugar seguro. Por fin.

Los seis peques de Amparo y  ella misma han sido adoptados. Nos sentimos felices, sin embargo aún quedan muchos gatetes que necesitan un pequeño milagro. Si deseas darles una oportunidad ve a nuestra sección de cómo adoptar.

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